lunes, 31 de octubre de 2016

El Vigilante. El suspenso que la violencia genera.


Por: Manuel Hernández-Samperio.


Como mexicanos ¿vivimos tan inmersos en la violencia que ya resulta imposible desprenderse de ella? ¿Debe estar presente, aunque sea de manera sugerida, en las expresiones artísticas para poder sentir que se hizo en México? El vigilante de Diego Ros, no es una cinta violenta y sin embargo está siempre latente, a veces motivando las acciones otras tantas como consecuencia de ella. Pero limitar el análisis de la película a sólo este tema sería recortarle otras características que se encuentran bien logradas.

Salvador (Leonardo Alonso) trabaja como vigilante en una construcción a las afueras de la Ciudad de México. Este 15 de septiembre se antoja diferente, pues será la noche en que su esposa  a luz a su hija. Fiel a la rutina ha llegado a su trabajo encontrándose con la noticia de que la policía investiga el caso de una camioneta que ha sido abandonada a escasos metros de la construcción en donde han encontrado el cadáver de un bebé. Su compañero del turno nocturno es testigo de quienes abandonaron la camioneta, pero se reusa a hablar.

La noche cae y la urgencia por salir al hospital comienza a volverse insoportable, sin embargo, entre una declaración a la policía que se contradice con la versión de su compañero y otras situaciones da la impresión de que Salvador no podrá llegar al lugar como lo había planeado durante el día.

Esta cinta nos presenta un trabajo que va atando cabos poco a poco, dando en su resultado final, la sensación de ser redonda tanto en lo que propone como en las situaciones por las que atraviesa cada uno de los personajes.

La trama tiene algunos problemas para arrancar; en un principio da la apariencia de que seguirá el prototipo de los protagonistas de cintas festivaleras que ha generado el cine mexicano en los últimos años: personajes solitarios con problemas para relacionarse y con el silencio y la soledad como incansables compañeros, sin embargo, conforme la historia avanza vemos que no es así, y ese planteamiento lento del principio va quedando disipado mientras el suspenso se va apoderando de la cinta.

El estilo en la filmación que combina planos de larga duración con algunos muy cortos que sirven para dar detalles se ve complementado gracias a las buenas actuaciones de cada uno de los personajes, especialmente la dupla que encarna a Salvador (Leonardo Alonso) y su compañero (Ari Gallegos) pues entre los dos se van complementando, las características que le faltan a uno las tiene el otro, lo cual los llevará a algunos de los problemas propuestos.

Ya se ha mencionado que se filmó a las afueras de la Ciudad de México, en la cinta esta peculiaridad sabe explotarse pues en diversas ocasiones es utilizada como fondo de algunas escenas, lo cual nos deja ver un paisaje lleno de luces. Aunado a esto, la fotografía echa mano de una iluminación mínima, lo cual no sólo le da una mayor verosimilitud sino que además ayuda a la creación de la atmósfera para ir generando el suspenso, haciendo recordar corrientes artísticas en donde la iluminación y sobre todo las sombras tienen un papel fundamental (entiéndase expresionismo alemán o el cine negro).

A estos ambientes se le suma un buen uso de la música, el cual es mínimo, pero se utiliza en momentos muy específicos en donde persigue dos fines, el primero es consolidad la atmósfera de suspenso ya propuesta con imágenes y la iluminación, mientras que por otro lado busca (y logra) incomodar al espectador.

Al inicio de esta reseña decíamos que la violencia toma un papel importante en la cinta, sin ser el único, a ella se le añaden otros problemas de la sociedad: robos, burocracia, feminicidios, tráfico de personas, entre otros. Como mencionamos, la mayoría no se retratan de manera explícita, sin embargo, el fantasma de ellos es perceptible en todo momento, lo cual termina por complementar un elemento bastante importante: le da verosimilitud al sinfín de pretextos que tiene Salvador para no llegar a la cita que tenía para conocer a su bebé recién nacido, mencionamos esto, porque hay cintas que buscan alargar ciertos momentos y lo hacen con elementos que se sienten forzados, en este caso no, si bien logra resolver un problema llega otro completamente verosímil que lo obliga a quedarse, esto gracias a que el guión ha propuesto (en ese inicio torpe) los elementos que a la larga terminarán cerrando la historia.

El vigilante es una cinta que tiene diferentes elementos que en conjunto desembocan en un trabajo que mantendrá al espectador atento de la forma en que Salvador intentará deshacerse de sus problemas. Si bien nos cuenta una historia con poco personajes que raya en lo sencillo, es la construcción de los personajes y las situaciones por las que atraviesan la que le va añadiendo complejidad, aprovechando que el suspenso se encuentra en la mente de cada uno de sus espectadores.

El vigilante, Diego Ros, México, 2016, 76 min. Con: Leonardo Alonso, Ari Gallegos, Noé Hernández, et. al. 

Minezota. Reflejo de una ciudad que creció al margen de otra.

Por: Manuel Hernández-Samperio.

El crecimiento de las ciudades invariablemente trae consigo la diversificación de las sociedades. Esa diversidad viene, comúnmente de la migración de gente que busca mejores oportunidades y se apropia de un lugar para poder vivir. El caso de Ciudad Nezahualcóyotl, que hace frontera con la Ciudad de México, no es muy diferente, un sinfín de personas llegaron al lugar e hicieron de lo que parecía inhabitable la ciudad en la que ahora viven, ellos han traído creencias e influencias culturales al lugar, propiciando que en la convivencia se generen reinterpretaciones que devienen en la creación de una identidad y sentido de pertenencia con el lugar en el que viven, el orgullo por el barrio, las pandillas o las expresiones musicales son algunos ejemplos de esta identidad.

Minezota es una cinta que parte del barrio para mostrarnos cómo se siguen dando los movimientos de personas y expresiones culturales al mismo tiempo que nos relata una historia que gira alrededor de esto.

Violeta e Ismael son una pareja que ha vivido junta por varios años en alguna de las colonias de Ciudad Neza, se han mantenido juntos a pesar de que sus intereses en la vida son totalmente opuestos, ella, que es educadora, quiere tener un hijo, él prefiere destinarle todo el tiempo a su banda de rock, en donde es la estrella imitando a Dave Gahan su ídolo y vocalista de Depeche Mode. Pasan la vida en la rutina, hasta que por casualidad, Violeta conoce a un par de mormones que están en la ciudad de "Misión", llevando la palabra de dios a quien esté dispuesto a escucharlos, Violeta lo está.

Poco a poco la relación de la pareja se irá desgastando hasta llegar a un punto en donde lo mejor será separarse, a pesar de que ninguno de los dos se muestra totalmente convencido de ello. Así, cada uno irá buscando lo que desea de la vida, conociendo gente a la que pueden utilizar para lograr su cometido y enfrentándose a la realidad que cada uno ha elegido.


Esta cinta nos presenta diferentes historias que se irán entrelazando poco a poco teniendo como marco la ciudad metropolitana de Nezahualcoyotl. La trama está claramente dividida en dos partes, la primera rodada en blanco y negro nos presenta la relación de la pareja hasta el momento en que la separación es inminente, haciendo referencia al pasado. La segunda parte, cuando cada uno deberá enfrentar al mundo por su parte es a color, como si fuera el presente.

Lpelícula, que no tiene empacho en mostrar que es una producción de bajo presupuesto se enfrenta a algunos obstáculos que esta característica que le confiere, pues en el aspecto técnico muestra algunas carencias, como lo es el sonido o la misma imagen. Aunado a ello nos muestra algunas actuaciones deficientes, pues es evidente que la mayoría del reparto no tiene gran experiencia en este rubro, de esta forma algunas reacciones carecen de verosimilitud o simplemente se sienten forzadas.


El papel que desempeñan los misioneros vendrá a darle a la cinta un aire de moralizadora, pues si bien la experiencia nos ha mostrado que casi cualquier tipo de iglesia puede ganar adeptos en estos lugares, también es cierto que este recurso puede devenir en la interpretación panfletaria de la misma, y durante casi toda la segunda parte de la cinta se hará referencia a los pecados a los que está expuesto el ser humano, especialmente si se deja llevar por sus deseos, esta pequeña característica que en ocasiones es exagerada para causar gracia también le va quitando fuerza a la historia. Partiendo de este punto, tampoco se puede estar seguro si la cinta critica la discrimanición por parte de las religiones hacia temas como la homosexualidad o si la condena, pues aunque la sugiere tampoco la trae a colación para debatir al respecto.

Donde debe prestarse atención es en la música empleada, pues es de gran calidad y viste en buena forma en diferentes momentos en que es requerida, sin embargo, al mismo tiempo se cae en el vicio de utilizarla en demasía, lo cual viene a entorpecer algunas escenas.

Finalmente encontramos otra característica de la sociedad y que es quizá la más arraigada en la idiosincracia mexicana: el machismo, en donde hay un hombre que espera que todas las mujeres apoyen y decidan seguirlo en todos sus proyectos, sin importar si ellas tienen otros deseos, cuando le es cuestionado este punto se llega a un punto en donde no puede obtener más respuestas que la violencia.


Minezota como reflejo de una de las ciudades que han crecido al márgen de una ciudad aún más grande trae a colación diferentes características de su actualidad evidenciando algunos vicios y peculiaridades, sin embargo, la forma en la que va relacionando cada una de las historias se va diluyendo ante las pobres interpretaciones y las temáticas que van guiando la cinta; si bien la anécdota que nos cuenta tiene gran verosimilitud pues nos muestra buena parte de la vida, incluso hacia el final nos deja ver cómo se solucionan los conflictos en el barrio, sí carece de fuerza para cimbrar al espectador dejándole algo en la cabeza para seguir pensando en ella. 

Minezota, Carlos Enderle, México, 2016, 76 min. Con: Pablo Abitia, Guillermina Campuzano, Evan Lamagna, et. al.